Boletín Homeopático


NOVIEMBRE 2008

Carbo animalis
Por el Dr. Gilberto Quintero Ramírez

Los síntomas únicos se señalan con un asterisco*.

   Carbo animalis es un medicamento muy profundo, con gran tendencia a la malignidad y a la destructividad. Está muy indicado, como Carbo vegetabilis, en estados terminales de gran consunción y deterioro, sobre todo en las fases finales del cáncer, neumonías y tuberculosis, con gran tendencia a la ulceración, la gangrena y la descomposición de todos los tejidos, las glándulas están muy inflamadas y duras como piedras. Bubones. Está más indicado en constituciones escrofulosas con tendencia a la congestión venosa, personas ancianas muy sensibles al frío con enfermedades muy debilitantes, secreciones muy fétidas y abundantes, y dolores ardientes como carbones encendidos. Es también, junto con China, un gran remedio para los trastornos por pérdida de fluidos, sobre todo cuando hay extrema debilidad y sensación de vacío. Especialmente útil en mujeres que amamantan y que han perdido líquidos y gran fuerza, apenas pueden caminar y moverse, con sensación de desfallecimiento y vértigos. Se siente muy débil para comer y al comer llora*, náuseas de noche y sólo tiene hambre por la mañana. El vacío de Carbo animalis no mejora comiendo (el de Carbo vegetabilis sí).

   Un síntoma peculiar de este medicamento es la sensación de que los globos oculares estuvieran sueltos dentro de sus órbitas, peor por mover la cabeza o al toser. La tos es ronca, sofocante, con la consiguiente sensación de que el cerebro se moviera dentro de la cabeza. Expectoración verde purulenta, horriblemente ofensiva. Es un excelente remedio para los aneurismas, excelente en la acné rosácea cuando sus síntomas tienden a la destrucción. Es casi un específico en la distensión abdominal extrema, con gran acumulación de gas, después de cirugías en el abdomen. Sus afecciones suelen desarrollarse de una manera lenta e insidiosa. Es de los pocos medicamentos homeopáticos con etiologías y noxas sutiles o ligeras: Torceduras, impactos leves, resfriados, etc., pero que con el tiempo tienden a la gravedad y al extremo deterioro. Mejora por dejar la mano sobre la parte afectada, por frotarse los ojos y en una habitación cálida.

   Curiosamente, Carbo animalis comparte muchos síntomas con Lac defloratum (acaso la fuente común): Pensamientos de muerte. Miedo a las multitudes y a los lugares estrechos; a la sofocación. Sentimiento de abandono. Vértigo con tendencia a caer a la derecha (Carbo siente la necesidad de ir más rápido*); o por mover la cabeza. Cefalea frontal de mañana al levantarse, durante la menstruación. Sensación estallante en el vértex. Pesadez en los ojos durante la menstruación. Afecciones durante el embarazo (náuseas) y después del parto (agalactia). Debilidad de los tobillos. Como Sepia, también suele presentar manchas en la cara, cloasma, como alas de mariposa a los lados de la nariz. Sin embargo, Carbón animal posee un síntoma distintivo: Manchas rojas en la punta de la nariz que aparecen durante la menstruación*.

   Sin embargo, es a nivel de sus síntomas mentales y de su personalidad, donde Carbo animalis presenta su perfil más interesante y poco conocido: La clave de Carbo animalis es la nostalgia, la añoranza: Junto con Capsicum, es el medicamento más importante. Ambos son los más nostálgicos de la Materia Medica. No obstante, la nostalgia de Capsicum refleja una idealización exagerada del pasado, muchas veces al grado del auto engaño, así, la gente Capsicum puede añorar lo que nunca jamás sucedió, inventándose un pasado para encubrir su derrota vital. A Capsicum le duele el presente, por eso se refugia en un pasado de ensueño y fantasía. Por otro lado, Carbo animalis refleja a través de su nostalgia una total inadecuación para encarar el proceso natural del devenir del tiempo. Añora el pasado, repudiando la vida moderna, como una forma de renuencia a su propio proceso de envejecimiento (similar, por la oxidación, al proceso de combustión de la materia orgánica que constituye y conforma al ser humano: Cada vez que respiramos, nos carbonizamos un poco). Así pues, Carbo animalis, cobarde y temeroso, insatisfecho, desalentado y embotado de sus sentidos, representa el miedo a la degradación total, a la entropía y, si no a la muerte, sí al proceso que cotidianamente nos acerca a ella. Hay una total falta de aceptación, tolerancia, sometimiento y receptividad al proceso natural de la edad. No asume el sentimiento que la progresiva inadecuación le produce, entonces se estanca, volviéndose esclavo de sus propias y rígidas rutinas, respondiendo con gran ansiedad a todo aquello que pueda amenazar su forma acostumbrada de vivir. Estos sujetos suelen ser solitarios, no se mezclan bien con otros seres humanos, y aunque pueden disfrutar la compañía de uno o dos individuos, y tener apenas un par de amigos, jamás intentarán buscar la compañía de gente nueva. No soportan ni toleran aquello que ellos mismos no han elegido. Hay una total inadaptación y resistencia a las cosas y a las personas diferentes. Incapacidad absoluta de afrontar los cambios a las estructuras de su vida. Sin embargo, todos estos procesos suelen ser totalmente inconcientes, por lo cual suelen somatizarse en padecimientos simbólicos y característicos: Congestión y estancamiento a todos los niveles, deterioro lento pero inexorable, se intoxica fácilmente con la comida, aun con alimentos que para otras personas no suponen riesgo alguno. El organismo de este paciente ha perdido el poder de asimilar.

   Estas personas comúnmente refieren sentirse muy tristes y melancólicas, nada les contenta ni les satisface. Evitan la compañía, pero aún más la conversación. Muy característicos son sus temores: A las multitudes, a la gente, a la oscuridad peor cerrando los ojos*, en lugares angostos, sótanos y bóvedas (claustrofobia, como reflejo de su asfixia interior) y temor a la sofocación, también peor por cerrar los ojos* o por sensación de mucosidad en la garganta*. La nostalgia está permanente en todos sus actos y pensamientos, pero se recrudece por la mañana*, después de despertar. Un síntoma distintivo, asociado a su acre añoranza, es su incapacidad para reconocer su entorno, todo le parece diferente y cambiado, siente como si la ciudad estuviera deteriorada, transformada, abandonada*, proyección de su propio detrimento psicológico y esencial a nivel interior. Morrison señala que, en el fondo, puede haber un deseo de libertad y cambio, pero especialmente por la libertad del pasado, lo cual es una especie de insatisfacción y amargura que nos hace pensar en Tuberculinum o en Calcarea phosphorica (que es el componente químico más presente en el carbón animal, tal y como lo preparó Hahnemann).

   Medicamento de gran importancia en aquellos individuos, inadaptados y resentidos, que, anhelando el pasado, no sólo pierden contacto con el entorno y con su comunidad, sino también con ellos mismos. Su gran miedo, no reconocido, no a la muerte sino a estar próximo a ella, queda plasmado en su agravación, mental y física, cerrando los ojos. Muy simbólico también el síntoma de la angustia que lo impulsa a mecerse de atrás hacia delante*, propio de los estados insanos y de las depresiones más graves, culmen de la negación vital y de la más artera sensación de desamparo. 

 
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