Boletín Homeopático


AGOSTO 2011

Natrum muriaticum (Primera parte)
Por el Dr. Gilberto Quintero Ramírez

   Natrum muriaticum es uno de los medicamentos más importantes del arsenal homeopático y, a nivel de personalidad, es sin duda el más significativo, ya que refleja con suma claridad la realidad humana en el marco de la sociedad actual. Natrum es el medicamento del hombre moderno y todas sus afecciones y síntomas son un compendio de las facturas que el ser humano tiene y ha tenido que pagar por todas sus trasgresiones históricas y existenciales. Si Lycopodium es el inventor arquetípico de la propiedad privada, de la civilización y de la tecnología, Natrum no sólo es su hijo bastardo sino también el esclavo que ha llevado a cuestas la insondable carga de echar a andar las torcidas invenciones de su padre, amo y maestro. Natrum muriaticum es el ser humano que perdió la inocencia y está exiliado de su propia condición humana.

   Siendo uno de los medicamentos más relevantes, todos los homeópatas asumimos conocer sus síntomas, signos y rasgos más notables. Sin embargo, este medicamento es uno de los más elusivos y uno de los que se pueden presentar con más variantes, la gente Natrum muriaticum suele enmascarar sus vivencias y su sentir, incluso antes sí mismos. Por ello, aunque sabemos que es el medicamento por excelencia del rencor, del resentimiento, del apego al pasado doloroso y de las penas agudas, Natrum puede tener otras formas muy diferentes de manifestarse. No toda la gente Natrum tiene pena silenciosa, se agrava por el consuelo o rehúye la compañía y el contacto con los demás, aunque estos rasgos son los más importantes y primordiales. Muchos sujetos correspondientes a este medicamento se caracterizan por una aparente apertura social y humana, son gregarios, cooperativos, amistosos y engañosamente positivos y optimistas. Natrum es uno de los artífices de lo moderno, el guardián por excelencia de los convencionalismos sociales con todos sus ritos, redes sociales, artificios y redundancias; un vocero de los flujos de lo social y un respetuoso colaborador de todas esas actividades humanas intrascendentes y absurdas, como las modas, las inversiones económicas y las identidades corporativas.

   La clave esencial de Natrum muriaticum es el resentimiento, desde luego, pero debemos entender que el “resentimiento” del remedio va más allá del rencor y el encono. Este síntoma, es en realidad, el reflejo de una contención emocional y una inhibición afectiva y de los sentimientos. Estos sujetos pronto en la vida aprendieron a contener y a callar lo que sienten. La gente Natrum no llora, no pierde el control, no se desboca en sus pasiones ni en sus impulsos. Son ciudadanos ejemplares, personas altamente responsables y trabajadoras pero que tienen algún tipo de atasco emocional con su pasado, sobre todo en lo referente a alguna relación afectiva. Las pérdidas de esa índole suelen ser los mecanismos detonantes de su condición, pero el sustento profundo y las dinámicas que generan estas vivencias se encuentra mucho más atrás en la historia del paciente, remontándose a los primeros años de su infancia o incluso a las circunstancias aledañas a su gestación y nacimiento: Natrum muriaticum suele ser una persona que no fue deseada por sus progenitores. Incluso, algo mucho peor, puede haber sido concebido desde la ambivalencia, la culpa y el rechazo sutil. Pudo haber sido concebido con un caudal de expectativas inconscientes por parte de sus padres y toda su vida pudo haber estado recibiendo dobles mensajes y, sobre todo, haber sido víctima del condicionamiento afectivo, verdadera causa y génesis de su naturaleza.

   La gente Natrum recibe el amor de sus padres y de quienes le nutren de una manera condicionada, a veces de formas muy inconscientes y veladas pero muy determinantes y contundentes. Al pequeño niño Natrum se le hace saber que será amado y que tendrá un espacio en la familia, en la sociedad y en la vida siempre y cuando cumpla con las esperanzas y exigencias depositadas en su persona. Si hace lo correcto, será entonces aceptado, incluido y amado. De lo contrario será rechazado y no se le otorgará valía ni identidad. Este tipo de condicionamientos son más nefastos y patológicos mientras más sutiles y disimulados son. Un niño que recibe de sus padres la encomienda directa y abierta de ser perfecto e impecable puede cuestionarla, pero uno que la percibe desde el momento de su concepción implícita en las expectativas que sus ancestros, consciente, inconsciente y dinámicamente depositan en él, difícilmente puede incluso hacerlas conscientes. Un niño que es premiado por sus logros, está siendo alertado y amenazado antes posibles fracasos. Esta es una de las cuestionas más básicas del medicamento, pero también menos conocidas por los homeópatas: El dolor de Natrum muriaticum no es por la pérdida del ser amado, por la frustración temprana o por las penas crónicas que arrastra, sino por la incapacidad de los que lo trajeron a la vida para afianzarlo a la misma. Así, este paciente, desarraigado y con una identidad disminuida discurre en su existir buscando pertenencia e idiosincrasia. Para ello se abraza a las estructuras sociales más sólidas y tradicionales, a las instituciones y a las costumbres, a los sistemas de creencias y al culto a la rutina y a la cotidianeidad, aun a costa de su propio ser y de su potencial trascendencia. Y a pesar de trabajar con ahínco, de entregarse febril a su hacer, Natrum no puede, a fin de cuentas, fructificar, por lo cual se deprime y se desconecta de su presente, anclándose en un eterno pasado trágico que no puede dejar de mirar pero que no logra percibir: La mujer de Lot mirando hacia las ruinas que han quedado atrás y convirtiéndose en estatua de sal, cloruro de sodio, natrum muriaticum, por no poder dilucidar y entender lo que está mirando. Natrum se petrifica en su pasado, pierde su presente y renuncia a su futuro.

   Es menester subrayas que el concepto de pena crónica no debe medirse con base al tiempo transcurrido sino de a la calidad de la vivencia. Al igual que sucede con Ignatia, indicado en la pena aguda, que es aguda por el sentido aciago, crítico y permanente con que se vive, Natrum experimenta la pérdida como un recordatorio exquisito de todas las pérdidas, de todos los dolores. Y mientras que Ignatia sufre con un desbordamiento incontenible de pasión dolorosa, Natrum sufre al grado de la implosión con una suerte de inhibición contenida que en realidad es desconcierto vital. 

 
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